Son malas. Las cartas que barajo son malas.
Y no por su grosor, por su forma, por el tacto que tienen…
Son malas por que no sé jugarlas bien. Cierto. No tienen ellas la culpa. Soy yo.
Mea culpa.
Me gustaría encontrarla forma de jugar a las cartas con cabeza. No con corazón.
Me gustaría ser consciente de todos los pasos que doy.
Mea culpa.
La mala soy yo. Juego a romper esquemas, a tirarlos por la ventana como quien tira la basura que recoge del suelo porque le da pereza acercase al cubo y tirarla. En mi caso no es pereza.
Todavía estoy buscando qué es.
Puede que sea una mezcla de pereza. Una deses-peración.
No me gusta cómo está yendo esta partida. Bueno, esta y muchas otras. Pero esta en concreto.
Hay algo que no logro ver que me está destrozando.
Voy perdiendo de paliza y aún no sé qué he hecho mal.
¿Abandono?
Yo creo que a estas alturas no se puede hacer mucho más… las cartas ya están escritas y mi contrincante parece estar de acuerdo.
Quizá sea la mejor opción. No veo ninguna solución.
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