Dream as if you´ll live forever. Live as if you´ll die today.

jueves, 31 de marzo de 2011

Aquí, conmigo.

Ese pequeño, curioso e insignificante lunar que tienes en la barbilla me protege del frío cuando tengo calor, y me da el frescor y el aliento que necesito cuando me provocas estar a altas temperaturas. Tu cuerpo es un único ser, un mundo de adivinanzas a las que quiero jugar. Quiero recorrer montañas, ríos y lagos que se conviertan en los poros de tu cuerpo cuando suavemente me haces el amor sin despegar ni un centímetro de tu piel sobre la mía. Quiero sentir tus destrezas, tus habilidades, quiero que me hagas sentir mujer, que me prometas aquello que cumplirás. Llévame lejos de estas sábanas que se me han pegado por tu sudor, llévame donde nadie pueda oírme gritar lo feliz que me siento de poder darte un único abrazo. Siento tu parpadear, tu sinceridad robada de la ternura que desprendes. Dame la fuerza que necesito para ser yo misma. Rózame muy lentamente, tu pecho contra el mío hasta llegar a ser uno solo y cuando lo hayamos conseguido me quedaré muda de susurrarte tantas veces al oído lo mucho que te quiero.

lunes, 28 de marzo de 2011

No hacen falta las palabras.


Cuando los astros se dirigen hacia mí me quedo sin aliento, sin fuerzas para poderte dirigir ni una sola mirada. Me quedo muda cuando huelo tu respiración, aquella que se posa sobre mi pecho y que me dedica una tierna sonrisa. Como si fuera la última en este mundo. Me palpita el corazón tan rápido que no hay palabras que pueda pronunciar... no hay manera de poder expresar de alguna forma lo que siento por ti. Igual si que la hay. No diciendo nada... porque es lo único que te puedo decir. Nada. El silencio es bonito entre tú y yo. No hace falta hacer uso de la palabra para hacer llegar el mensaje al otro. Una pausa, el sonido de la nada, nuestra propia respiración, nuestro propio palpitar, tu olor, el mío... Todo aquello que no se dice con palabras es aquello que nosotros nos decimos con más fuerza que nunca.
Tan solo bésame

jueves, 24 de marzo de 2011

Scared.


Me ahoga pensar que no habrá otra mañana, que no se oirán niños gritar por las aceras, que no se verán lunas yéndose a las siete de la mañana, que no sonará el despertador nunca más. Me ahoga pensar que nada tendrá sentido, que mi cuerpo habrá envejecido a la vez que mi sonrisa, que mi espacio vital lo habrá ocupado una telaraña, que la risa habrá sido sustituida por el llanto de un niño al nacer, al vivir, al crecer. No me salen las palabras cuando me ahogo, cuando me quedo sin aire o cuando me quedo muda de tanto oírme decir lo acojonada que estoy. Me ahoga pensar que la felicidad habrá muerto a mis pies, que mis temores se habrán hecho aún más fuertes, los muy cabronazos. Pero lo que más daño, temor, pena y tristeza me produce es pensar que puedo seguir viviendo sin apenas sentir que lo estoy haciendo y que mientras existo dejo pasar cada minuto o segundo tontamente sin vivirlo eufóricamente como si cada momento fuera el último que fuera a vivir. Como si fuera a girar la esquina y todo se hubiera acabado y este cuento tan estúpido hubiera llegado a su fin sin comerlo ni beberlo, así tal cual como te lo cuento. Ese es el más grande de los temores.   

martes, 22 de marzo de 2011

Fugaz.

Una llamada y el mundo se viene abajo. Una llamada y se derraman infinitas lágrimas. Una sola llamada y algo en ti también muere con él. Las arterias lo han querido de esta forma tan injusta, pero es así hay que aceptarlo. Sin ningún motivo, han dejado tan rápido un hueco inmenso. Dejando a mucha gente atrás sin su resguardo, sin su afecto o cariño, sin su presencia. Temo que pase algo así parecido dentro de mi círculo familiar, que me llamen un día y que me ocurra lo mismo. Que me derrumbe, que no pueda apenas hablar, que se me atraganten las lágrimas y que sienta al mismo tiempo una tremenda impotencia. Temo mucho a la muerte y a sus decisiones. Un infarto es así, te sientes un poco mal después de comer, te acuestas un rato y ya nunca más te despiertas, o bien sales de tu casa con tu hijo, estás esperando al ascensor y te derrumbas allí, siendo tu hijo el que te tiene que sujetar para que no te caigas, pero ya es tarde, ya no se puede hacer nada, o bien te estás arreglando para ir a cuidar a tu nieto y sin ningún motivo te quedas a la mitad y al cabo de media hora entra en tu casa tu hijo asustado por si te había pasado algo y te encuentra allí, tirada en el suelo… Y así historia tras historia… Todas ocurridas sin haber tenido la oportunidad de haber dicho un simple “adiós”. Nada. No les han dejado tener la libertad de poder despedirse. Al menos no sufres, pero eso no compensa… Preferirían haberse despedido antes. Y los que se quedan aquí, yendo a los tanatorios, comprando flores  que luego dejan sobre un cacho de madera, oyendo lo que fue o no fue esa persona en vida, dándose abrazos con gentes que han visto dos o tres veces como mucho en su vida… Y quedándose con el recuerdo de aquella persona que se ha ido, dejando un recuerdo en sus memorias… en su corazón. 



jueves, 17 de marzo de 2011

Todo fluye.

Si comienzas por el final te vas a perder muchas cosas por el camino. Perderás la apuesta. Te perderás a ti y a tu respeto. Así es como no se deben hacer las cosas. Cosas que crees que debes organizar, cuadricular y programar. Si no ocurren tal y como habías soñado, tú y todo lo que creías que tenía sentido se viene abajo. Pero en cambio si no programas nada, si dejas que las cosas anden por sí solas, si no le buscas un porque sí a cada conversación, a cada mirada... comprenderás con el paso del tiempo que hay un tercer elemento que se ha encargado de programar todo aquello que te ha ido sucediendo. El destino. Debemos confiar en él, porque él es mucho más sabio que nosotros. Nosotros que creemos saberlo todo y que no tenemos ni puta idea de nada. Dejemos nuestro ego y toda nuestra experiencia y vivamos desnudos como si fuéramos unos ingenuos que no saben nada del mundo, que van recorriendo un río sin apenas saber si desembocará en algún momento o si seguirán dando tumbos sin ninguna dirección. Dejemos que no seamos nosotros quienes decidamos nuestro camino. Ese tercer elemento hará lo que esté en sus manos para que podamos ser felices sin que nosotros tenegamos la más remota idea de que lo está sucediendo. Fluyamos...

domingo, 13 de marzo de 2011

Sólo fueron cuatro días... pero valieron por toda una vida.

"Los puentes de Madison County", por Robert Waller.


“- ¿Entonces vamos a dejar que todo esto se pierda?- Robert estaba en serio, no sonreía.
-No lo sé. Robert, en cierta extraña forma tú me posees. Yo no deseaba que me poseyeran, no lo necesitaba, y sé que tú no te lo propusiste, pero eso es lo que ha sucedido. Ya no estoy sentada a tu lado, aquí, sobre la hierba. Me tienes dentro de ti, como una prisionera voluntaria.
Él replicó:
-No estoy seguro de que estés dentro de mí, o de que yo esté dentro de ti, o de que te posea. Al menos no deseo poseerte. Creo que los dos estamos dentro de otro ser que hemos creado y que se llama “nosotros”.
-En realidad no estamos dentro de otro ser. Somos ese ser. Los dos nos hemos perdido a nosotros mismos y hemos creado otra cosa, algo que solo existe como la unión de nosotros dos. Dios mío, estamos enamorados. De la manera más profunda que es posible enamorarse.
-Ven a viajar conmigo, Francesca. No es ningún problema. Haremos el amor en la arenas del desierto y beberemos coñac en los balcones de Mombasa, mirando izar las velas. Te enseñare el país de los leones y una vieja ciudad francesa en la bahía de Bengala, donde hay un hermoso restaurante en una terraza, y trenes que trepan rías vascas en lo alto de los Pirineos. En una reserva de tigres en el sur de la India, en una isla en media de un enorme lago, hay un lugar muy especial. Si no te gusta viajar, abriré una tienda en cualquier parte y hare fotos del lugar o retratos o lo que sea para mantenernos.
- Robert, anoche, cuando hacíamos el amor, dijiste algo que todavía recuerdo. Yo murmuraba algo sobre tu fuerza… y, por Dios, esa fuerza la tienes. Dijiste: “Soy el camino y un peregrino y todas las velas que fueron al mar”. Tenías razón. Eso es lo que sientes; sientes el camino dentro de ti. Más aún: de una manera que no logro explicar, tu eres el camino. Donde la ilusión se encuentra con la realidad, allí estas tú, allá en el camino, y tú eres el camino. Tú eres las viajas mochilas y una furgoneta llamada Harry, y los aviones que van a Asia. Y eso es lo que quiero que seas. Si estas en el extremo de una rama de la evolución, y si llegues a ese final a toda velocidad quiero que puedas hacerlo conmigo. ¿No ves que te amo tanto que no podría refrenarte un solo momento? Hacerlo significaría matar al magnifico animal salvaje que hay en ti, y la fuerza moriría con él".



Francesca Johnson  and  Robert Kincaid.

martes, 8 de marzo de 2011

sábado, 5 de marzo de 2011

Decepción.


Soy una persona que me gusta abrir mi corazón a los demás y contarles mis desalientos, mis penas, mis alegrías. Y hace apenas dos días que mi teléfono no ha parado de sonar, ya sea con llamadas o con mensajes. Hace dos días que no han dejado de salir lágrimas de mi interior  y hace dos días que tengo un solo tema de conversación. ¿Cómo una llamada te puede hacer cambiar tanto los planes que tenías? ¿Cómo puede ser posible que con una llamada cambie por completo el afecto amor u opinión que tenías de una persona? Qué triste parece contarlo, ¿no?
Mi madre, mi primo, mis amigos dicen lo mismo. Cambiando el orden de las palabras quizás, pero me transmiten el mismo mensaje. “No vale la pena”. Y yo me pregunto qué es exactamente lo que no vale… ¿No valen mis lágrimas?, ¿no valen las personas que tanto daño me han hecho? o ¿no valen mis comederos de cabeza? Porque por mucho que todo esto no valga, no puedo remediar que cobren sentido. No puedo hacer de tripas corazón y sonreírle a la vida sin tener motivos para hacerlo.
Recuerdo que una vez, una de las veces en las que me despertaba y lo tenía ahí dormidito a mi lado. Yo le despertaba con besos y la primera mueca que él hacía era dedicarme una sonrisa, recuerdo que me prometió la ausencia de dolor… Recuerdo que me prometió la felicidad. Recuerdo que no solo ese día no dejó de prometerme cosas. Recuerdo tantos momentos a su lado, tantas pasiones, tantos desenfrenos, tantas alegrías contagiadas de risa, tanta complicidad. Recuerdo tantas cosas de él que me parece mentira que todo esto se lo haya llevado el viento, así como se lleva mi creencia del amor. Y tras haber recibido tal noticia todo el sentimiento que haya tenido en algún momento ha desaparecido, tanto es así que me alegro que tal sentimiento nunca se hubiera producido en un amor real. Al fin y al cabo no sé si quedarme con algo de él. Una vez me regaló una foto de carnet suya de cuando era pequeño. ¿Quién me iba a decir que ese ser iba a convertirse en esto?, y a lo que me refiero con “esto” es a una persona que te promete, que te ilusiona, que te apoya, que te da amor y lo único que te queda de todo eso es la más tremenda de las decepciones. Pues qué pena, ¿no? Mi madre me ha enseñado qué este tipo de cosas, estas decepciones que uno se lleva en la vida deben servir de enseñanza a uno mismo, deben servir de experiencia, no deben ser odiadas ni mucho menos. Porque a pesar de haber sido yo la tonta, la engañada y la humillada, ellos han sido los cobardes, los causantes de mi dolor. Y Con personas que hacen este tipo de cosas uno debe de pensar “no valen la pena”. Ahora es cuando entiendo tan bien a aquellas personas que no paraban de decirme esa maldita frase.
Y al otro lado está  ella. Alguien que me ha inspirado confianza, que me ha dado el aliento cuando me faltaba, que se ha comportado como tal. Como una amiga. Y en cambio no lo ha demostrado  para nada. Me acuerdo de dos veranos atrás. Ella y otra amiga más rompíamos fronteras, quemábamos nuestras ansias, explotábamos de felicidad. Y todo eso, todos esos momentos han quedado reducidos a decepción y a una grandísima cobardía por su parte. Me da pena tener que deshacerme de alguien que ha sido tan importante para mí. De alguien que me ha hecho ver las cosas objetivas cuando solo en mi había subjetividad. Y me da pena que esto tenga que ser así, cuando yo le he secado infinitas lágrimas de desolación cuando no tenía como apañárselas con la situación familiar que injustamente le había tocado vivir. Ahora solamente hay infinitos mensajes de culpabilidad, de perdón y de ¿sinceridad? No sé qué pensar de ella y de sus mensajes. No sé si debo, puedo o quiero confiar en ella y en sus mensajes. No sé si es lo correcto. Por ahora solo debo dejar pasar el tiempo. Tiempo para asentar cabezas, tiempo para dejar asentar mi dolor y mi decepción. Y una vez pasado el tiempo ya se verá creo yo.
Desde luego que la cosas no volverán nunca a su ser, a ser lo que eran, a los principios. Porque dentro de una escala del dolor, ambos han superado con creces el mayor de los dolores y eso… ¿Cómo se perdona?, ¿cómo se olvida?, ¿cómo se hace borrón y cuenta nueva? Esas son  las preguntas que me toca responderme. Pero lo haré sin la mínima tristeza, porque cómo me dice una gran amiga, nada ni nadie deben hacerme sentir infeliz.
Pues que así sea.