Escribir cuando estoy triste. Y ¿para qué? Siento que me pesa
este cuerpo mío, que a veces deja de funcionar para volverse un ser inerte. Mi
mundo debe esperar. Siempre esperar. Y esperar. Y después de esa espera volver
a hacerlo. Ese nosotros que antes éramos. Todo aquello que nos diferenciaba de los
demás. ¿Se ha perdido? Dime, ¿dónde está?, por favor. Me da miedo hacerme la
pregunta de si seguimos siendo ese nosotros. Y si no es así, si lo volveremos a
ser. Cansancio y miedo. No ver más allá. No pensar. No sentir. Mejor dejar
pasar el tiempo, volverse de piedra y esa dureza manchada de tierra enfrentarla
a los días que llegan. A esas esperas. Intento no tener conmigo ese miedo que
me persigue. Inerte, pequeña, sin luz. ¿Dónde está mi valentía? Que alguien me
la devuelva, por favor. Supongo que ahora escribo porque estoy triste, tal vez
hueca con sensaciones que quiero aplacar y no sé cómo. Siento que me pisoteo,
que no me valgo. En cambio, apuesto por este nosotros y por ti. Pero no por mí.
Y duele. Aunque no quiera sentirlo, pero sí. Duele sentir que nadie te coge la
mano. Ojalá sintiera que estamos en un mismo camino, ojalá creyera que no te
has apartado de él. Ojalá mi corazón no pensara que has dejado de sentir como
antes. Tengo miedo. Apuesto, intento estar. Estar ahí, incondicionalmente. Pero
me siento sola. No correspondida… por
momentos. Otros instantes hay algo que revive en ti, otros tantos no. Tengo
miedo. Intento ganar ese miedo a mi favor y volverme cada día con una sonrisa. ¿Es
necesario? ¿Está siendo necesario? Yo al menos lo necesito. ¿Dónde está tu
dulzura? También la necesito. Necesito quererte para ser feliz. Pero eso sí,
necesito que me quieras. Y que lo hagas cada día.
Nos necesito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario