El dolor de los que se fueron,
el recuerdo de los que se quedan.
Nadie manda en nuestros pensamientos,
o así debería de ser.
Solo nosotros tenemos nuestra propia palabra,
un “nosotros” que se resquebraja
cuando la injusticia nos golpea a latigazos
y el llanto no nos deja respirar.
Amamos como queremos,
o así debería de ser.
En esta tierra libre,
donde el dinero es más grande
que los corazones
y los humanos nos volvemos más animales.
Sabiduría en silencio del pobre.
Ignorancia y verborrea del rico.
Corazones que se abren en canal,
cuando unos padres pegan a sus hijos
y una mujer muere de miedo antes que de asesinato.
Mientras, la sonrisa de un niño desnutrido
se marchita de la mirada de un turista.
¿Y qué nos queda?
Pasear y vivir.
Crecer de nuestro ego.
Volver la cabeza y seguir nuestro camino.
¿Y mientras tanto?
Un hombre mendiga amor en la calle.
Un político nos ensucia el pensamiento.
Una niña crece y le practican la ablación.
Un anciano pasa sus últimos días respirando aire que no es suyo.
Una enfermedad se alimenta de la vida de una madre.
Una familia muere en un accidente de coche.
Una joven desaparece sin dejar rastro.
Un bebé es encontrado vivo bajo unos escombros.
Una pastilla le abre las puertas al precipicio a la vida de un joven.
Una bomba acaba con la alegría de miles de personas.
Una mujer se parte en dos trabajando para mantener a sus hijos.
¿Qué haces tú mientras todo esto pasa?
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