Pierdo el sentido, pierdo a mi musa. La que acompaña a mis
pies para salir de mi cama y enfrentarme a un nuevo día. Los otoños rápidos que
se llevan por delante el calor de tu recuerdo. No puedo ni quiero soportar tal
blasfemia. El frío no cesa en mi mente y aturulla mi alma con puñales. Pierdo
las ganas y compro todo el miedo a los demás. Y a cambio regalo o me dejo
olvidado a mi propio ser. Masoquismo en estado puro. Voy, vengo, vuelvo y me
dejo llevar a ningún lugar dónde nadie me importa. Ningún lugar, ningún nada.
No hay nada. Solo tengo a mi mente, que piensa en ti. Que eres un todo donde no
puedo reencontrarte. Que mi mente piensa por mí sin yo apenas permitirlo. Dolor
del que quiero salir, constantes ruedas que se acercan a un abismo. Me ahoga pensar
el qué ocurrirá. Me ahogo de mis pensamientos generados con estas manos. Manos
que me apuñalo inconscientemente. Porque es eso. No puedo controlarlo, no puedo
apoderarme de mi mente y decirme “basta, se acabó, deja de apedrearte”. Quiero
pensar y quiero que al pensar en lo que pienso me lo crea con la verdad más absoluta.
No dudar. Ni de ti, por mí. Ni de mi misma. Solo quiero encontrar las piezas
que perdí sin darme cuenta. Y que por favor seas tú quién me ayudes a
encontrarlas. Y finalmente me reponga con tus besos. Entonces esa nada, será
todo. Y entonces, aseguro no soltar tu mano cuando alguna fuerza extraña me
lleve a la duda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario